Lic. Horacio Manfredi
Introducción
Podemos establecer una diferencia entre el discurso del Psicoanálisis como estructura discursiva y la práctica del psicoanalista que reúne los saberes doctrinarios y son un punto de apoyatura en un trípode que se asienta en el análisis personal y la supervisión. Su acto se enmarca en un criterio ético haciendo de éste un hecho único e irrepetible.
El psicoanálisis evita hacer de su práctica una cosmovisión que permita delirantemente encontrar todas las respuestas a las preguntas existenciales. Ya desde Freud, Muerte y sexualidad son tope de lo real que operan como límite a la palabra, pero también cumplen función de causa poniendo en movimiento el discurso. Con el No-todo el psicoanálisis introduce la función de la castración como aquello que agujerea la ilusión de Lo universal. Es la barradura que hace posible el movimiento del deseo mismo.
¿Qué implica pretender regular la práctica desde una normativa estándar?
¿Que ocurre cuando en nombre de una supuesta ciencia se argumentan paradigmas de conducta a los que los sujetos tendrían que alinearse, o más bien alienarse, ante un discurso amo que los envía a la posición de objeto? Pero no es solamente en el discurso del amo es donde esto ocurre. Recordemos que Lacan al discurso del Amo lo plantea como el amo antiguo. En la modernidad los ropajes cambian y así con la aparición del Discurso del Capitalista, en la Conferencia de Milán en 1972, Lacan señala como la producción de objetos pasa a ser la condición de ese discurso. Ya no se trata de la emergencia subjetiva sino precisamente de su destitución como tal.